Exhaustos: el nuevo cansancio de la nueva normalidad - Motiva
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Exhaustos: el nuevo cansancio de la nueva normalidad

Escribimos para vos: compartimos notas, tendencias y reflexiones acerca del mundo de la comunicación interna.

Llegar agotados a fin de año no es novedad. Lo novedoso es que la causa del cansancio ha dejado de ser, como en el pasado, la continuidad y acumulación del trabajo a la que el cese temporal pondría remedio, lo coyuntural, sino que ahora lo causan las condiciones y características del trabajo en la nueva normalidad, lo estructural, a las que esa discontinuidad solo pone pausa.

En 1992, hace exactamente 30 años, los sociólogos Elihu Katz y Daniel Dayan acuñaron un término destinado a volverse de una extraordinaria importancia en los estudios sobre la comunicación: “acontecimiento mediático”.

Estos acontecimientos, según explican en su obra Media Events. The Live Broadcasting of History responden a las siguientes características: tienen una amplificación mediática planetaria, son difundidos en tiempo real, interrumpen la vida cotidiana de sus espectadores y del resto de la programación de los medios, llegan a una vasta audiencia, su final es incierto, estar al tanto de ellos es en cierta medida socialmente obligatorio y, de alguna manera, la atención que se les dispensa unifica a la sociedad.

¿El Mundial de Qatar 2022? No, la pandemia. Y nos dejó exhaustos, pero con un tipo de cansancio nunca antes conocido, el nuevo cansancio de la nueva normalidad.

Algunos más pronto que tarde, otros más y otros menos, lo cierto es que todos terminamos por sobre adaptarnos, pero a un altísimo precio: estamos exhaustos, agotados, pero con el grave problema añadido de que nos hemos adaptado a un nuevo entorno de una nueva normalidad que no puede sino generar más cansancio.

Desde hace ya bastante tiempo, todo tipo de organizaciones han comenzado a promover entornos laborales caracterizados por el multitasking, la manera de trabajar que se premia (y cuya ausencia se castiga): no ser un multitasker es ser ineficiente y, en última instancia, prescindible.

Sin embargo, antes de la pandemia esa multitarea estaba circunscripta al mundo profesional y no a la totalidad de la vida, no se extendía también a la vida familiar, o si estaba presente en los dos ámbitos lo estaba en espacios y tiempos distintos, y eso es lo que ha cambiado de manera radical y lo que nos vemos impulsados a aceptar como “normal” y “nuevo”.

Lo cierto es que no nos hemos recuperado todavía del incremento de horas que dedicamos al trabajo durante la pandemia, a pesar de que no fueron pocos quienes pronosticaron ingenuamente que ocurriría lo contrario.

Pero no fue eso lo que siempre ocurrió. En algunos casos terminamos trabajando más horas que antes y aun así rindiendo menos, lo que inicia un círculo vicioso sin fin: necesitamos cada vez más horas para compensar el escaso rendimiento de esas horas que trabajamos de más. Al mismo tiempo, es cierto, y para evitar que eso ocurra muchas organizaciones han apostado al trabajo híbrido como modelo intermedio entre el home office y la presencialidad, además de esforzarse por cuidar la salud mental y emocional de sus colaboradores.

El mundo del trabajo colonizó la vida familiar y aún no hemos sido capaces de llevar a cabo un revolucionario proceso de descolonización, seguimos sometidos a cargas cognitivas más elevadas de las que podemos procesar y presionados para sostener un régimen de atención para cuyo cumplimiento nos sentimos desbordados e incapaces.

El multitasking perpetuo nos ha puesto en la ineficaz y paradójica tesitura de tener que llevar a cabo cada vez más tareas y a realizarlas cada vez peor.

La distribución del tiempo previa a la pandemia incluía momentos específicos destinados a su pérdida, a perder el tiempo, es decir, que había tiempos valiosos por sí mismos sin necesidad de vivirlos de un modo que estuviera medido solo en términos de productividad y eficiencia.

Cuando Byung-Chul Han publicó en 2010 La sociedad del cansancio, un ensayo filosófico que terminaría por convertirse en best seller, no estaba sino siendo premonitorio con respecto a lo que habría de venir. Hoy el estado laboral de burn-out ya no es una extraña y poco frecuente disfunción del sistema sino el escenario común a partir del cual -y a pesar del cual- tenemos que seguir siendo funcionales.

La colonización de tiempos de la vida que antes no eran profesionales por las demandas del mundo laboral es realmente agotadora, y cuando ya no existe la posibilidad de perder el tiempo, es justamente cuando no hacemos otra cosa que eso: perderlo y de manera irremediable.

En términos generales, la superación de la pandemia ha traído consigo grandísimos beneficios, entre otras razones porque la pandemia ha sido mucho más un fenómeno biográfico que solo biológico: nos ha cambiado la vida, nos ha vuelto resilientes y flexibles, creativos e innovadores, audaces, intrépidos, capaces de nuevos proyectos y de renovadas ilusiones.

Sin embargo, ha deconstruido a su paso una vivencia de la temporalidad que tal vez fuese mejor que la que padecemos más que vivimos ahora, una temporalidad hecha de continuidades compatibles entre lo profesional y lo familiar y no de simultaneidades contradictorias.

El premio Nobel de Literatura T.S. Eliot afirma en uno de sus versos más conocidos que “la especie humana no puede soportar demasiada realidad”. Demasiada realidad nos agota, demasiada realidad nos deja exhaustos, y si no somos capaces de descolonizar lo colonizado por esta nueva vivencia del tiempo, el cansancio dejará de ser la tradicional y remediable consecuencia del trabajo para convertirse en su marca. Y no habrá descanso que lo remedie.

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